Queridos Hermanos en el episcopado, queridos presbíteros, diáconos,
consagrados y consagradas, catequistas, agentes de pastoral y todos los que os
dedicáis a la educación de las nuevas generaciones, os exhorto con viva
solicitud a prestar atención a todos los que en las comunidades parroquiales,
las asociaciones y los movimientos advierten la manifestación de los signos de
una llamada al sacerdocio o a una especial consagración. Es importante que se
creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos
“sí”, en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios.
Será tarea de la pastoral vocacional ofrecer puntos de orientación para un
camino fructífero. Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios, a
través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración
personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada
divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria. Pero, sobre todo, que
la Eucaristía sea el “centro vital” de todo camino vocacional: es aquí donde el
amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y
es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la «gran medida» del amor de
Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la
belleza de una vida totalmente gastada por el Reino.
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